. La luz, al declinar, dejaba detrás, como una estela, la fatiga de un día caluroso y anodino al que el ligero viento que bajaba de la sierra parecía avivar tras el sesteo del polvo en suspensión que lo había cubierto de sequedad y desidia y desteñido sus colores naturales. Ahora el viento, poco a poco, barrería aquel velo pero cuando lo consiguiera --pensó-- la luz se habría escondido tras las montañas; sería llegado el momento de encender las lámparas