porque ya ha suprimido incluso el cigarrillo de media mañana, que calmaba a la bicha. «Rusca, compréndelo; tendrás que fastidiarte como yo. Aunque nos cueste.» Se ha cortado ligeramente. Se alegra; eso lo arregla la piedra de alumbre y, además, un poco de sangre hace macho en una cara tan lisa. Su pensamiento divagante se agarra a esa palabra: «Lisa. También la Andrea. Sin pecho, ni caderas, ni culo,