fofo, cara de santurrón, pelo a raya muy aplastado y voz atiplada. -¿Y la señora? -le preguntó cortésmente el viejo. -Ha ido a la Prefectura, por cuestión de las licencias. Esas cosas las arregla ella... ¡ Y ya debería estar aquí! --concluye echando una mirada al reloj colgado tras el mostrador. -Dele recuerdos de Roncone, el de Catanzaro. «¿Por qué me echó entonces el tío una mirada de reojo?