Me quedé meditando unos instantes, al cabo de los cuales dije: --Has hecho muy bien, Cándida. Y no te preocupes por nada, que yo lo arreglaré todo. --Seguro --dijo ella. Y con esto dio fin nuestro coloquio, porque los dos policías se la llevaron en una dirección y a mí me arrastró en la opuesta el comisario Flores, a quien, no bien hubimos dado unos pasos, dije que intercediera por mi pobre hermana, que no