el embozo de la sabanita infantil. Que quién sabe si no sería precisamente eso lo que pretendían nuestras monitoras al concedernos tanto plazo: irnos encariñando con la ilusión del marido abstracto, padre del bebé no menos abstracto que dormiría cubierto por aquella sabanita, irnos minando arrestos para afrontar nuestra entrada en el mundo laboral y darnos tiempo a encontrar un novio en la Universidad o entre aquellos camaradas de camisa azul encargados de predicarnos el espíritu de la Falange durante el