Su salida es marcharse a la cocina y preparar el desayuno. Cuando llega la hija les encuentra charlando. Mira con curiosidad al viejo y riñe a la madre por haberse incorporado en la cama, pero al poco rato se la nota contentísima de no perder el tiempo y se marcha tras de anotar algún encargo. Se quedan solos y el hombre vive una mañana mágica, saboreando las tareas ejecutadas para ella y hasta obedeciendo instrucciones que considera maniáticas, como quitar el polvo