hurtarse al peligro, lograba salvaguardar su persona en las refriegas de la policía. Por esta vez, sin embargo, se vio atrapado entre un grupo de descontrolados por el miedo y una escuadra a la carga. En cuestión de segundos escapó por la primera bocacalle y fue a dar, para su mal, con un callejón sin salida, trampa en la que quienes corrían detrás de él caerían sin remedio. No lo reconoció hasta que, para su asombro, se encontró a