el primer traje largo con que a la jovencita se la presentaba en sociedad y el vestido de novia. Entre el traje de primera comunión y el de novia existía en general una semejanza que no dejaba de ser curiosa. Su blancura aludía en ambos casos a la pureza de quien lo vestía, y el velo de tul que ocultaba el rostro de la usuaria era un símbolo bien claro de aquella especie de nube de irrealidad en que hasta entonces había vivido, envuelta como en