, es sólo un bajón, te has dado una paliza de muerte por la calle pero ya estás aquí, no te caigas ahora. Vio el reflejo por el rabillo del ojo y giró la cabeza: sólo los blancos baldosines que cubrían la pared hasta la línea de su mirada. Estaba erguido cuan alto era, los ojos bien abiertos aún, de resultas del esfuerzo por no dormirse, los brazos caídos a lo largo del cuerpo como esperando una orden. Rió.