, pero suena tan verdadera y violenta que Hortensia se estremece como viendo ya un cadáver. Ríe nerviosa. -¿No me crees? -pregunta el hombre, agresivo. -No te ofendas; eres muy capaz. Pero no arreglarías nada. -Lo sé. Llamarían a otro igual y el niño, además, ya no me tendría a su lado. Eso le salva, al maricón del bigotito. -Y tampoco puedes pelearte con tus hijos, porque no