un profesor universitario, contó un chiste sobre cierto ministro y todos rieron, incluso Miguel, que no lo había comprendido. Bromearon acerca del hombrecillo de los labios finos, le preguntaban cuando enseñaría esos poemas tan buenos que ellos sabían que escribía. El sonreía incomodado y el abuelo se divertía como nunca, casi lloraba de risa. Después el hombre con alfileres en los ojos se volvió hacia Miguel, le quitó de las rodillas el libro de Tintín y le dijo que ya era