lo que pasó, debo haber perdido el conocimiento porque amanecí tirada junto al caballete con un frío tremendo. La ventana estaba abierta. Seguramente la abrí en la noche como tú solías hacerlo cuando sentías que tu cuerpo se agigantaba hasta cubrir paredes, rincones, abarcaba una mayor extensión sobre la tierra, iba más allá de sus límites, los rompía. Naturalmente pesqué una angina de pecho y si no es por la solicitud de la concierge, sus bouillons de poule diarios,