equilibrios básicos, tales como inflación, balanza de pagos y otros muchos, amenazados por la euforia económica expansiva de estos años pasados, los años previos al verano de 1990. Los sindicatos no ven nada claro el horizonte y pretenden cubrirse con elevadas demandas, tanto a nivel salarial en las empresas como a nivel legislativo en sus relaciones con el Gobierno, al objeto de asegurarse la mayor estabilidad posible de un empleo que se ve cada vez más amenazado.