nos amplio sector de la juventud ansiosa de estímulos contra la modorra como detractores entre la gente que tenía a gala tomarse la vida en serio y hacerse respetar con un simple carraspeo. Era como un globito rojo que se le hubiera escapado de las manos a un niño en pleno desfile de la Victoria, y algunos lo miraban subir con recelo pensando que podría contener dinamita. A la generación de nuestros padres aquel humor disparatado de La Codorniz, que paulatinamente iba dejando su