, acobardado, comenzara a decir con voz suplicante que había venido a pedir perdón. Cuando la sirvienta regresó al dormitorio, el hombrecillo quedó ovillado en un rincón de la antesala, llorando con la cara entre las manos. Miguel le observaba desde lejos, sin moverse. Ojalá se tratara tan sólo de una alergia. 5 Si hubiera sido cierto lo que el médico había dicho un día, habría sido una abeja el bicho que mató a la abuela, una abeja que