libertad de decir todo aquello que pasara por su mente, sin precauciones delicadas, sin eufemismos aprendidos. --¿Por qué acusas a tu padre? --preguntó Julián al chico. El chico no respondió. Ella callaba, pero no escaparía. Había llegado la hora de la pregunta cruel, del acorralamiento, del acoso. --¿Qué clase de marido era David? --preguntó Julián. «... qué clase de amante, compañero, señor, esclavo...»