se por ellos; las mismas tarjetas de crédito serían inútiles una vez utilizase con la debida presteza los cajeros automáticos; contaba con los dólares escondidos; bien, ése era el precio. Disponía de dinero suficiente para cubrir la huida y, sobretodo,bastabalavoluntaddeescaparaun castigo desproporcionado. ¿Tenía sentido que un simple click de la mente pusiera en juego toda una vida pasada y futura? Esa era la cuestión y no otra. Al fin