esforzadamente. Aprieta los dientes. Las rodillas están entumecidas y la congoja, dormida, vuelve en cuanto cambia de posición. Pugna por reconocer las sombras, inaprensibles como el humo. La línea de luz ha desaparecido inadvertidamente. La penumbra se había vuelto azul marino; esto lepermitióescaparalaatraccióndelcuerpoinerte. De un salto, tomó el camino del cuarto de baño y estuvo allí lavandose las manos en un agua tan azul como salida de un tintero; ni siquiera la