que ser duro, hijo; o muerdes o te muerden, recuerda. Me lo enseñó aquel cabritillo de mis juegos. No era manso como Lambrino; siempre a topetazos. Por eso le dejaron para macho y todavía de viejo andaba entre sus hembras como un rey. Bien loaprendí;yonomerendínunca,niparédepelear... ¿ Sabes el mejor regalo que me hicieron de niño ? Lo recordé el otro día cuando te quitaba el cuchillo la Anunziata: una navaja. Pequeñita, pero navaja; el