se ínfulas, sino recogiendo después de cada representación los residuos corporales que algunos melómanos, en su embebecimiento, olvidaban retener, encontró en uno de los palcos unos gemelos de montura de nácar, los trajo a casa, antes de malvendérselos, unanocheclaradeveranoparaquepudiésemosobservar el cosmos de más cerca. Recuerdo que al llegar mi turno enfoqué al infinito con aliento contenido, esperando ver pulpos, dragones y enanillos y quién sabe qué vagas ensoñaciones de propina,