-bajo representaciones sólo superficialmente seculares- de rasgos religiosos, en el particular sentido, claro está, de la religión monoteísta. No sólo una u otra guerra, esta o aquella contienda, sino incluso la propia guerra como institución en sí, parece, en algún grado, haberaprendidoapenetrarseytomarensímismaloscaracteresde cruzada, porque bajo la moral ecuménica imperante son esos caracteres los que consiguen, como única coartada moral inapelable, el silencio y la sumisión de las conciencias.