Pues para empezar el cambio, esa cabeza llena de pelos llénatela también de letras. BEPPO.- Alguien tendrá que enseñarme. ANTONIO.- Mi hija Isabela puede hacerlo. BEPPO.- ¡Ah! Si me enseña su hija, ya lo creo que aprendo. ANTONIO.- (Le da un pescozón.) ¡Para eso te crees muy listo, eh! Anda, traéme la salvia. (Beppo va por lo pedido. Suenan unos golpes en la