en un sillón Luis XIV. La sala del pequeño «chateau» es gélida y sombría. La «grande Pippon», vieja gobernanta, alta, delgada y de rostro poco grato, hace calceta en un extremo. La Pippon observa durante un rato a la señorita, que tiembla y castañetea los dientes; luego deja la labor a un lado, extrae de sus faldas un yesquero o piedra de fuego y un copo de estopa y prende parsimoniosamente las velas de un candelabro