se El hombre que no se casaba es porque no quería y la mujer que no se casaba, en cambio, es porque no podía. Nadie daba un mentís a estos asertos, tan arraigados en el sentir general que habían llegado a crear su propia verdad y las víctimas de ellas. Un solterón, amiga, es lo más contrario a una solterona que pueda imaginarse. Ellas, pletóricas de ilusión acariciada y cultivada, cobardes ante una situación que se proyecta inevitable,