se le daba ocasión al amigo requerido como presentador para hurgar en el asunto y preguntar al aspirante por el calibre de aquellos sentimientos, que ya, quisiera o no, «le significaban». El interrogado solía escurrir el bulto, intentando descargar de «significación» aquel primer avance intrascendente. «Es que es muy mona, me mira bastante, y, no sé, me gusta.» «Pero, ¿te gusta mucho o poco?» Es decir, empezaban