lose aquella tarde. Esa tarde. Una tarde claramente feliz. No. Lo fue. Lo había sido. Una maldita tarde en la que no quería pensar pero que se abría camino en su mente con la inmunidad de lo ineludible, apartando cuanta piedad o ceguera interpusiera él por cerrarle el camino. Aquella verdad se abría paso como el miedo y él la sentía llegar. Entonces sólo buscaba la nieve titilante, el ruido sordo, la luz blanquinosa del televisor encendido