y mira, mira intensamente, aguarda del cuerpo una señal, un sólo movimiento, un hálito de vida ¡su salvación, al fin! Abre los ojos aún más, los eleva con mirada de extraviado. Nada, nada se mueve desde que... Excepto él, él y la luz que hubo en la rendija inferior de la puerta de calle. Distiende la espalda. Afloja los brazos que le mantenían en vilo. Descansa de nuevo sobre el asiento. Ha cerrado los