defendido a un paralítico de ciertos gamberros que le habían quitado las muletas y se divertían empujandole. Días después le habló de su viaje en globo con Tintín, y desde entonces no hubo tarde en que no le narrara cómo había rescatado a Tintín de un petrolero en llamas o del mortal asedio de un ejército de buitres o de la sucia traición de un antropófago que se hacía pasar por Livingstone. El médico tenía la calva brillante y las manos calientes. A Miguel no