Las historias que ahora relataba habían perdido la alegría de las de antes y el abuelo, en ocasiones, pretextaba sueño o mala memoria y las dejaba inconclusas. Miguel le observaba en silencio, contaba mentalmente sus tragos de coñac y se decía: «Deben de ser muchas sus preocupaciones». Una de aquellas noches la pasó el abuelo fuera de casa y la abuela explicó que había tenido que hacer compañía a un pariente enfermo. Miguel había observado que, algunos días, el