, sí! ¡Incluso morir! ¿Le gustaría que se lo dijera a sus abuelos? Miguel negaba con la cabeza y se miraba las zapatillas, Agus sollozaba. Carmina emitió un suspiro muy largo y fue a la cocina a preparar bocadillos. Desde el dormitorio se la oía proferir oscuros juramentos. Sólo cuando se enfadaba se le notaba tanto el acento andaluz. Un cuarto de hora después volvió con la bandeja de la merienda y ninguno de los dos se había movido en