la noche, unas rejas blancas y, en sesgo, leves pintas de nieve. --Cierre esa cortina. Da frío mirar la noche --dijo, sonriendo--. Por favor, siéntese junto al fuego, mientras voy a preparar un té. Cuando quedé solo me dije: «La noche, que empezó amenazadora, concluye bien.» No quiero exagerar, pero aparentemente he olvidado (mi organismo ha olvidado) la gripe. Ahora el profesor me trae el té