se le tratara como a un niño pequeño. Se sentía turbado porque todo aquello le resultaba nuevo. Era la primera vez que estaba en esa casa, la primera prácticamente que veía a su abuela. Mientras ella le ponía el pijama observó su cutis blanquecino, casi transparente. Era una mujer menuda y frágil como una figurita de porcelana. La muchacha de servicio, una joven por el contrario alta y de piel sonrosada, tuvo que ayudarla a transportar la alfombra y extender