de su propia respiración cuando, de repente, escuchó junto a sí un sonido distinto y poderoso, el rumor de una respiración que no era la suya. Al abrir los ojos, descubrió la figura inmensa de un hombre que le observaba con fijeza desde alturas inalcanzables. Lo primero que distinguió fue la vela que aquel hombre sostenía en alto. Después, la contraluz siniestra de su rostro y el intenso fulgor de un medallón y una sortija destacando sobre aquel cuerpo en penumbra.