Sin embargo, David no la había nombrado. Era como si la vida que él mismo había elegido, aceptado, construido en el mundo de Genoveva, no fuese un obstáculo, ni siquiera la causa de su planeada deserción. No hizo reproches, no habló de errores ni fracasos. Parecía tan sólo arrastrado en la gravitación arrolladora del recuerdo. «No puedo olvidar Ibiza. No puedo olvidar a Annick... » --Lo entiendo --dijo Genoveva sorprendentemente, y Julián tardó un