las nalgas y cosquillea con su boca inocente mis muslos y piernas. Las tres hablan y me dicen: ¡Adoro los tíos cachondos¡ ¡Oh, qué huevos enormes! ¡Ah, qué picha tan bella¡ Luego, cuando descargaré la leche, espesa y fragante como la crema, las tres se precipitarán a devorarla, se relamerán de puro gusto, dirán que es la mejor y más exquisita merienda. Si alguna chavalita, incluso púber --a condición de que