-¡Oye, tú; muy bien! ¡Ya vas aprendiendo el oficio! El viejo y el joven se dirigen una sonrisa cómplice y se estrechan las manos. -Ferlini, Valerio -se presenta formalmente el joven. -Roncone, Salvatore --declara cordial el viejo. La furgoneta arranca y la mano joven saluda desde el cristal trasero. En el apretón de despedida era sana y firme. De hombre. «Sí, pero mi Brunettino será más hombre todavía.