guarda el magnetófono como si nada hubiera pasado, sin temor a que -conforme al símil anteriormente trazado-- su otra mitad, el ofuscado cónyuge, sacuda al presunto soñador a bofetadas e intercepte con brutalidad la ingeniosa estratagema comunicativa. Inútil agregar que su conducta incalificable moviliza nuestros sentimientos de desprecio e indignación: ¡no contento con ser un mirón, el triste sujeto que acapara inmerecidamente esta historia, resulta, para colmo, un aprendiz de espía!