Cambia el semáforo a verde y el coche arranca. -¡ Qué vergüenza! -murmura el hijo, como si él tuviera la culpa. «Pues como tetas, eran un buen par», piensa el viejo regocijado. «Ahora ponen mejor cebo en la trampa.» El laberinto continúa encerrandoles. Al cabo el hijo frena y aparca entre los coches dormidos junto a la acera. Se apean. El viejo lee con extrañeza un rótulo en la esquina: Viale