llegado al mismo tiempo, desde naufragios diferentes, a la isla salvadora. Nuestro encuentro fue alegre. No había otros clientes en la noche tormentosa y helada. Elaine y su marido americano nos pasaron a la cocina, y entre todos preparamos la cena más fastuosa que imaginarte puedas. Y, ya ves, no íbamos desalados al encuentro de la casa encantada. Estaba allí esperandonos... Divago; vago a la ventura, ya lo sé. Y también reconozco que no siempre