pasar. Franqueamos una cortina hecha de chapas de San Miguel y nos encontramos en un salón de regulares proporciones, que presidía un televisor desde un podio tapizado por la senyera. El tabernero colocaba sillas en semicírculo frente al televisor. --Perdonen que no les atienda --dijo--, pero tengo que terminar de montar el proscenio antes de que empiecen a llegar. --¿A llegar quién? --pregunté. --Collons, la gente. --¿Y cada día monta y