que la historia de Daisy, si caía en manos de una niña rica, no tenía por qué despertarle más que una vaga compasión por los desheredados de la fortuna, de cuyos problemas concretos no hay que saber detalles. Daisy trabaja todo el día en la casa o cosiendo para unos almacenes, y por las noches estudia. Marga y Sara, antiguas compañeras de escuela, la invitan a una fiesta. Ella al principio no quiere ir porque no tiene qué ponerse