y toma un largo, un lento trago de cerveza. --Yo que él también me largaba. --Ustedes están en contra del progreso. --Qué progreso ni qué ojo de hacha. Al día siguiente, Pancho no vino a trabajar. Los rieleros pensaron que se había ido a Apizaco, que dentro de algunos días sabrían de él; el superintendente Alejandro Díaz le pidió personalmente al telegrafista que le avisaran en cuanto lo vieran, aunque en la sierra los telegrafistas tienen la