hay prisa por resolver este asuntillo y no está el horno para bollos en las alturas, así que, con su permiso, me retiro y me llevo a esta joya. Ustedes sigan bien. Me hizo un gesto y echó a andar hacia la salida. Para evitar despedidas, le seguí sin levantar los ojos del suelo. El cabo, muy gentil, se brindó a acompañarnos. Salimos los tres de la estación, que vista desde el exterior parecía un orinal boca