para ingresar en la Universidad. Como todas las noches, Betina doblaba la punta de una de las hojas del libro que estaba leyendo un poco apartada del grupo -¿leía o escuchaba la conversación de los demás?- y se retiraba la primera a dormir. Luego solían seguirla sus padres y algún otro residente. La última charla del día la desarrollaban las cuatro personas a las que hemos aludido, unidas por sus deseos de soledad, de paso siempre entre un país