estar inmóvil, y el peine sigue cuerpo abajo y le araña, se clava, le rasga el vientre mientras la extraña peinadora ríe como si el dolor fuese una broma, y le regala un pajarillo que habla, que se le posa en el hombro, que se hace muy pesado, cada vez más, y le doblega aunque se apoya en un recio cayado..., no, en el brazo de una mujer, ¿la peinadora, la otra si era otra?