jardín y busqué el banco protegido por una hermosa Venus de piedra en el que nos gustaba sentarnos para charlar o leer. El suelo del jardín estaba sembrado de hojas y de ramas tronchadas por la tormenta. Al acercarme al banco observé con estupor que alguien había golpeado furiosamente la estatua, probablemente con una barra de acero. Alguien -antes de partir- había cercenado la cabeza de la Venus, que descansaba sobre las losas del suelo destrozada, pero conservando aún no sé