grandes ojos azules, sus piernas bien torneadas y ágiles marchando delante de él por las cuestas empedradas del pueblo, volvieron a alterar su concentración y, en cierta medida, a despertar su vida. En los días siguientes se esforzó en observar con curiosidad el comportamiento de la muchacha y, en particular, su actitud hacia él; pero pocos detalles podemos aportar en este sentido. Por la noche, durante las tertulias al calor de la chimenea, la muchacha seguía imperturbable con sus