vio que el cuadrito de Botticelli --la reproducción de la Simonetta del Museo de Berlín-- había desaparecido de la pared. De nuevo se revolvieron en su cerebro recuerdos y sentimientos. Sentía un altísimo aprecio por aquel cuadro que le había regalado Karl, un amigo alemán de sus días en Milán; aquel mismo Karl que aparecía en el comienzo de su carta a Francesca, el mismo que le buscó las clases en Monteoscuro y que le subió a esta ciudad con su coche en