bicicleta y se perdió al fondo de la carretera que bordeaba el río; una carretera ya ahogada por las sombras y por la desolación de las gigantescas ramas desnudas de los álamos, que se entrelazaban arriba contra un cielo estrellado. Jano regresó de prisa, caminando detrás de ella, pero no pudo distinguir su figura en la oscuridad. Ya cerca de los edificios del balneario, donde el puente de piedra cruzaba sobre el río y se bifurcaba el camino hacia el bosque, oyó