curiosidad y temor. Abreu, cabizbajo, cerraba el breve cortejo. Se dominó en el momento de salir, para anunciar: --Un ratito y vuelvo. No ha pasado nada. Absolutamente nada. A la media hora, cuando regresó, quedaba una señorita, que seguramente no se fue por timidez o por falta de coraje. La atendió sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo. En algún momento notó que la señorita lo miraba de un modo extraño